El coraje es indispensable para construir un ADN para la innovación
“No hay nada que valga la pena que no de miedo. Nadie ha alcanzado la grandeza sin luchar contra sus dudas, inquietudes, limitaciones y demonios”: Ryan Holiday.
El miedo es algo natural a lo que nos enfrentamos cada vez que queremos rebasar una barrera y entre más grande será mayor. Es natural que lleguemos a límites que nos aprisionan, que nos impiden avanzar, que nos impiden crecer. En ocasiones esos límites los ponen otras personas, las circunstancias, las organizaciones; pero muchas otras veces los ponemos nosotros mismos, cuando no nos atrevemos a dar un paso más y solemos argumentar causas de peso para justificarnos.
En el mundo de la innovación, romper los límites es algo común, pero debemos tener el cuidado suficiente de hacerlo de forma inteligente, no de cualquier forma. No se trata de cambiar por cambiar, o de romper por romper, sino cuando se tiene una estrategia con un propósito claro que propone un futuro mejor. Sin la expectativa de un futuro mejor, sin una propuesta ambiciosa no tendremos elementos para superar el miedo que provoca el cambio.
Proponer el futuro desde la visión del presente tiene la complejidad de construir propuestas alrededor de simples hipótesis y plantear experimentos hasta comprobar que esas ideas verdaderamente resuelven necesidades reales de posibles clientes y si tienen el potencial de negocio adecuado. No es posible encontrar soluciones exitosas sin validarlas previamente, ¡ojalá y se supiera de forma anticipada cuáles propuestas van a funcionar y cuáles no!
Trabajar con hipótesis en ambiente de incertidumbre requiere de habilidades distintas al conocimiento general de los negocios, requiere de una capacidad de abstracción que permita visionar el futuro con cierta lógica, conocimiento de métodos que permitan experimentar y documentar eficazmente los aprendizajes, así como también una actitud que permita dominar y controlar los miedos.
El miedo a fracasar, a la crítica, a cambiar el status quo, a romper los techos de cristal, es algo natural. Todos tenemos miedos, ante los retos, ante lo desconocido, ante lo incierto, y para vencerlos se necesita una actitud de coraje, de fortaleza mental, de resiliencia, de antifragilidad, que sirven como bases para afrontar los procesos de innovación que son necesarios en toda organización.
Todos preferimos la estabilidad, nos gusta planear el futuro para reducir los riesgos y tener contemplado un plan A, uno B y otro C para las situaciones que se presenten. Sin embargo, cuando se vive un periodo prolongado con una prosperidad sin contratiempos, se genera una vulnerabilidad oculta que nos lleva por un plano inclinado de confort y pérdida de músculo, lo que no resulta positivo para las personas y para las organizaciones.
Las organizaciones exitosas van generando anticuerpos contra la innovación: “para que cambiar si somos tan exitosos, para que cambiar si implica riesgo y nos puede desviar del camino seguro”. Algunos otros no quieren cambiar, no porque sean exitosos sino porque no quieren salir de su mediocre medianía: “para que cambiar si así estamos bien y podemos perder lo que tenemos”.
Ese esfuerzo sistemático por evitar la incertidumbre y el riesgo de las cosas, ese intento por hacer que todo sea previsible hasta el más mínimo detalle en nombre de la comodidad y la eficiencia lleva a perder facultades, a perder músculo y evita que en las personas y las organizaciones se generen habilidades para la toma de decisiones y la gestión del cambio.
No se trata de ser masoquistas y estar en medio del riesgo todo el tiempo, pero tampoco se puede evitar la incertidumbre y el riesgo porque vivimos en un mundo donde todo cambia aceleradamente y a ese mismo ritmo cambian nuestros clientes, los competidores, el entorno y debemos hacer ese esfuerzo por mantenernos vigentes. Se trata de adelantarse, tratando de visionar el futuro e ir medio paso delante de los demás, como lo dice Xavier Marcet y así descubrir oportunidades en las necesidades no satisfechas de las personas alrededor de las cuáles podamos construir modelos de negocio rentables.
Para lograr ese equilibrio entre la incertidumbre y la estabilidad que son tan necesarios para sostener en el tiempo un modelo de negocio con resultados sostenibles, se requiere de personas con la sabiduría, prudencia, fortaleza, templanza y coraje suficiente que puedan tomar las mejore decisiones.
Según Ryan Holiday el coraje es:” riesgo, sacrificio, compromiso, perseverancia, verdad y determinación que te lleva a hacer lo que los otros no pueden o no quieren hacer”. Son estas virtudes, las que impulsan a los lideres y que terminan permeando en la cultura de la organización e influyen determinantemente en la toma de decisiones. Esas virtudes requieren de esfuerzo personal, nadie nace con ellas de origen, porque implican un esfuerzo para intentarlas y para perseverar con ellas hasta que forman parte de la forma de ser.
En las empresas que buscan innovar para mantenerse vigentes en la mente de sus clientes generando la rentabilidad adecuada requieren de cambios constantes, necesitan una adaptación al entorno y de usar las dificultades a su favor para salir fortalecidos de cualquier tipo de crisis, tanto las que se provocan en el entorno como las generadas por deficiencias de la misma organización. Ese ADN no se genera de forma automática sino existe la intencionalidad de sus líderes y de que ellos mismos tengan esas virtudes. Las empresas se parecen a las personas que las dirigen.
El coraje es un requisito indispensable en los líderes y en la cultura de la organización para habilitar los procesos de innovación, porque no existe innovación sin incertidumbre y riesgo. Ese coraje les permitirá gestionar los riesgos, con un compromiso a tope, con perseverancia que permita inspirar a toda la organización en su conjunto avanzar por encima de las dificultades.
Ni las victorias ni las derrotas son para siempre, sólo queda mantenerse firmes en el camino. Sin coraje no hay innovación, sin innovación no hay futuro.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab
