El Teatro de la innovación

La crisis económica global que ha provocado el coronavirus, ha impactado negativamente en la cifra de facturación de la mayor parte de las organizaciones.
Adicionalmente, los cambios constantes en el entorno y en los hábitos de consumo de los clientes ha hecho evidente que los modelos de negocio caducan con mayor velocidad que antes, obligando a las organizaciones a buscar de forma constante su renovación. En algunos casos porque ven nuevas oportunidades en sus mercados y en otros, porque tienen que pelear cada vez más intensamente por la preferencia de los consumidores o simplemente para buscar su sobrevivencia.
Esta necesidad constante de cambio, abre la puerta a que los directivos busquen nuevas alternativas para salir adelante, y la innovación se presenta como una herramienta para provocar cambios, recuperar la ruta de la diferenciación y el crecimiento. En algunos casos la decisión de recorrer la ruta de la innovación no viene de una necesidad de coyuntura, sino de la convicción de proponer una completa reinvención porque sus sectores se han sumergido en la obsolescencia o en la incertidumbre.
Buscando renovarse, cada vez es más común encontrarse con empresas que facilitan cualquier tipo de evento de “innovación” donde lo que importa es pasarse un rato agradable, de llenarse de lienzos y postits multicolor, de hablar de forma extraña con terminología vacía que busca renombrar las cosas sólo para que suenen “innovadoras”.
Esta necesidad ha sido aprovechada por una nueva profesión de vendedores de humo que por leerse alguna biografía de algún “entrepreneur”, tomarse un programa de Design Thinking o después de realizar un viaje de turismo de innovación a Silicón Valley, se creen lo suficientemente entrenados para llevar a cabo algún hackaton, procesos de ideación sin sentido o cualquier evento de capacitación en organizaciones necesitadas de nuevas ideas.
Después de varios intentos de esa naturaleza con resultados cercanos a cero, son muchas las organizaciones que se han “vacunado” contra los procesos de innovación, sin reflexionar sobre la causa de sus fracasos en esta materia. En la mayor parte de los casos, o se trata de un problema de estrategia donde ni ellos mismos han tomado decisiones sobre su visión de futuro y por lo tanto sufren de confusión sobre sus objetivos reales a resolver a través de procesos de innovación, o bien de que no generaron la praxis adecuada en el desarrollo de proyectos.
En general, se podría decir que en las organizaciones no faltan buenas ideas, lo que falta es un método para desarrollarlas y convertirlas en proyectos rentables que permitan aportar al resultado. Luego entonces el problema real esta en la práctica para desarrollar innovación, porque es una disciplina técnica como muchas otras de la empresa, donde no se puede improvisar sino que se requiere conocimiento específico.
La innovación tiene que ver con la generación de valor; si la innovación no puede traducirse en valor, en resultados concretos, se convierte en una farsa, en un engaño. Cuando se cae en esa tentación se esta viviendo el “teatro de la innovación” porque es una puesta en escena donde se simula que todo cambia, para que todo siga igual, buscando más una apariencia que un resultado real que se traduzca en métricas concretas.
Los procesos de innovación deben conducir el desarrollo de proyectos donde logren comprobar con evidencias concretas que se trabaja en proyectos con un potencial de obtención de valor lo suficientemente buenos para que sean atractivos para la organización y por otra parte validan las posibilidades reales de que estos proyectos se vuelvan realidad. Los procesos de innovación entonces buscan encontrar evidencias que permitan desarrollar proyectos con impacto y factibles para sus capacidades reales.
Esa validación no es una predicción, es un proceso que permite reducir la incertidumbre en aquellos supuestos en los que se fundamenta un modelo de negocio. Se realiza a través de construir hipótesis que deben ser contrastadas con la realidad por medio de experimentos que simulan las variables más importantes de un modelo.
Sin validación no hay evidencia suficiente para avanzar y si se pretende avanzar sin evidencia, se comenzará a jugar la ruleta rusa que no garantiza que el esfuerzo por innovar llegue a buen final. La innovación no es suerte, ni es repetir lo que lograron otras organizaciones; innovación es plasmar en un producto o servicio respuestas a las necesidades de clientes reales de forma que todos salen ganando: los clientes, la organización y la economía en su conjunto.
Las validaciones son un proceso donde se aplica con rigor suficiente el método científico, no fundamentado en intuiciones, querencias, deseos o emociones. Validar es hablar de hechos y desarrollo de “insights” fruto de contacto con la realidad, nada más lejano del “teatro” que lo único que ha logrado es dañar la reputación de quienes quieren hacerlo con seriedad.
La innovación es un tema serio, que no se resuelve con un teatro o show lleno de lienzos y postits, se resuelve con una estrategia concreta, un equipo preparado para hacerlo y un método eficaz para conducir el proceso. La innovación requiere métricas que deben dar claridad a sus frutos con proyectos reales con resultados reales. Los clientes buscan solución a sus problemas y respuestas a sus nuevos retos; si no se las das tú, se las dará alguien más.
Jorge Peralta
@japeraltag
@idearialab